lunes, 1 de noviembre de 2010

Halloween y la inocencia infantil




Hoy es el día de los difuntos, una festividad en que los vivos nos acordamos hoy, quizás con más fuerza que otras veces, de las personas que ya no se encuentran entre nosotros. Aunque últimamente, esta festividad está siendo relegada a un segundo plano, por la moda americana del Halloween. Ahora, además de pensar en los difuntos, la gente se disfraza de ellos, ya sea de forma espectral, visceral o cadavérica. Esta festividad es más “divertida” que la otra, en especial para los más pequeños.

Yo, ni me disfracé ni fue a ofrecer truco a trato de puerta a puerta, como mucho vi películas de miedo. Pero mis vecinos, al contrario que yo, si trataron temas oscuros este día. Las dos hijas de esta familia estaban manteniendo la típica pelea fraticida por algún tipo de comida, cuando de repente ocurrió lo siguiente:

- ¡No comas eso! ¿Qué es que te quieres morir?- dijo la mayor.
- ¡Sí!- contestó la pequeña con total tranquilidad

Que bonito es ver la vida o, como en este caso, la muerte a través de los ojos de un niño. Ya sea en películas, libros, cómics, etc., siempre que se va a tratar la muerte a un niño, esta aparece maquillada. Siempre son unas vacaciones, un viaje de trabajo, un cambio de residencia… Obviamente, cualquier cosa es mejor que la cruel y desconocida realidad.



Halloween visto de una manera, también es una forma de ocultar a un niño la triste realidad de la muerte. Los niños se disfrazan de zombies, fantasmas, asesinos..., buscando la originalidad y pasárselo bien, sin pensar en ningún momento en qué es la muerte o qué se siente en matar a alguien.

Cuando somos pequeños nuestros mayores nos redecoran nuestra realidad, modificando todo aquello que nos pueda asustar o deprimir, de ahí surge la inocencia infantil. Así un niño ve un cojo y dice: “Papá, ¿dónde está la pierna de ese?”, o vemos un asesinato en una película y preguntamos: “¿Por qué ese hombre está echando zumo de fresa por el ombligo?”. Visto de este modo, aunque la mayoría de las respuestas que nos den sean ficción, es mejor vivir en ese cuento de hadas que en la realidad, que muchas veces se parece más a una tragedia griega.

Por tanto, no me extraña la respuesta de mi vecina ante las quejas de su hija mayor por la frase de su hermana: “Déjala, no sabe lo que dice”.