miércoles, 13 de junio de 2012

jueves, 1 de marzo de 2012

"Ayúdame que estoy como Grecia"




Hoy vi dos noticias con la palabra Grecia, aunque ninguna tenía que ver con dicho país. La primera la vi en el telediario de la 1, cuando una enfadada Esperanza Aguirre decía lo siguiente, respecto a las protestas y la actitud del PSOE de apoyarlas: "Es un disparate querer que España se parezca a Grecia [...]". La otra noticia la encontré en el 20 minutos, en la sección de deportes donde un titular decía: "El ciclismo como Grecia". Está claro que nadie actualmente quiere compararse con la situación del país heleno. Sin embargo, resulta curioso que poco a poco y, sin quererlo, se va a fosilizar una expresión en la cultura popular, donde se va a utilizar al país del mediterráneo como sinónimo de "crisis", "en peligro", "con problemas"...

Esto no es de extrañar si vemos la cantidad de expresiones de nuestra lengua que han surgido a raíz de algún hecho histórico. Por ejemplo, una "defensa numantina" es una fuerte defensa hasta los límites de la misma, tomado de la defensa realizada por los celtíberos de Numancia tras los continuos asedios del imperio romano,que acabó con el suicidio colectivo de los numantinos. O la expresión "más moral que el Alcoyano" que hace referencia a la actitud positiva del equipo de fútbol, a pesar de estar siempre en situaciones agónicas. Nuestra lengua a veces convierte nombres propios en expresiones gracias al uso que los hablantes hacen de ellos. Esto ocurre ahora con Grecia y seguramente no sea la única. Pronto oiremos expresiones como "No me seas Urdangarín y devuélveme el taladro que te deje", "Anda si no te toqué, ¡no me seas Mourinho!", "¿Quién te crees que eres para jugar así conmigo?¿Merkel?, "Ya claro, ahora no te acuerdas, no te hagas el Urdangarín" (como toda palabra, puede tener más de un significado)...

Dejando a un lado las expresiones, es increíble cómo cambian las civilizaciones. En clase tengo que estudiar el Renacimiento, donde los humanistas vieron en la Grecia clásica un espejo donde mirarse para evolucionar, algo que también se hizo en la Ilustración. Incluso ahora hay muchas personas que desearían parecerse a personajes de aquel entonces como el rey Midas, Aquiles o Narciso, eso sí evitando el fatídico final de cada uno. En cambio, nadie quiere ver en su espejo el reflejo de la actual Grecia.

domingo, 26 de febrero de 2012

Saber "no saber"



El poder de nuestra mente es increíble. Es más, gracias a ella somos lo que somos hoy en día. Con un intelecto como el nuestro aprendimos a construir herramientas para cazar, a desarrollar un lenguaje complejo... Y no nos quedamos ahí, creamos ciudades, ideales, "ídolos", etc., todo en un continuo proceso evolutivo que se sigue produciendo con cada nueva generación.

Sin embargo, no hay mejor habilidad humana que el "no saber". No es que vaya a defender la incultura, ni mucho menos. Me refiero al pleno conocimiento por parte de uno de "no saber". Quizás todavía no me he explicado bien. Por ejemplo, supongamos que un niño se encuentra jugando en casa con una pelota y, de repente, tira una figura de porcelana de su madre. Esta, encolerizada, le pregunta qué ha ocurrido, a lo que contesta el niño: "No sé." A este "no saber" me refiero, a ese que nos saca de un problema a pesar de ser culpables.

Este poder, se encuentra propiciado por nuestro lenguaje. "No sé", "A mí no me preguntes", "qué sé yo"..., son respuestas que nos pueden sacar de verdaderos problemas. El niño de antes, seguramente siguió tranquilamente con sus juegos sin ser castigado. Pero esto no se restringe solamente al nivel infantil. Según crecemos nuestro cerebro también se desarrolla, lo que nos permite manejar con mayor soltura nuestra inconsciencia. Incluso nos puede sacar de mayores problemas que quedarnos sin postre o sin salir. Si cometiéramos un acto criminal, con no saber como llegó el cuchillo al cadáver, dónde está el cuerpo o no saber quiénes somos, nos puede librar de una condena.

¿Es posible que la gente no sepa que podemos "no saber"? Lamentabemente, todos sabemos desconocer. El ser humano es uno de los pocos animales que saben mentir, algo que se ve favorecido por nuestro lenguaje. Sin embargo, la complejidad de nuestra mente, nos impide saber, a ciencia cierta, cuando alguien miente o no. Todo sería más fácil, si todos confiáramos de todos. Pero desconfiar también es propio de nuestra naturaleza humana.