
Desde hace poco y, con motivo del día del libro, se lleva haciendo una encuesta sobre cuál es la palabra más bonita del diccionario. Aunque, aparentemente es sencillo reflexionar sobre esta cuestión, es difícil determinar cuál es la palabra que más nos puede gustar. Por que las palabras, al igual que muchos objetos que nos rodean, las utilizamos sin reflexionar sobre su belleza o forma.
Muchas personas, cuando se encuentran ante este tipo de encuestas, sacan a relucir su vena “erudita”, normalmente, por miedo al ridículo. Por esta razón, en posiciones elevadas, se encuentran palabras como amor, paz, vida…
Para dar con la palabra correcta, acudí a los diferentes medios de comunicación para recoger del bombardeo continuo de palabras que sufrimos a diario, la más bonita. En la televisión solo oía crisis, guerra, muerte, fútbol…, pero ninguna de estas me parecía la más bella, sino que son aquellas que más interesan y gustan a la audiencia de hoy en día. Sin embargo, me llamó la atención la palabra rumor.
Aunque parezca una palabra corta, y sin un trasfondo filosófico o definitorio como pueda tener amor, vida u orgullo, yo creo que es la más bonita. Simplemente a partir de la pronunciación de la palabra, podemos llegar a uno de sus significados: ruido, ya sea continuo y sordo o confuso. Esta característica, pocas de nuestro vocabulario la tienen. Al igual que nos gusta y relaja el discurrir del agua de un arroyo en mitad de un bosque, la pronunciación de rumor puede tener el mismo efecto tranquilizador.
Pero rumor se tiende a utilizar con otra acepción, como noticia vaga que corre entre la gente. Nuestra sociedad esta llena de rumores, unos cierto, otros falsos. Incluso nosotros conocemos varios y, quien sabe de cuantos seremos protagonistas.
Hoy en día, hasta hay gente que vive de esta rumorología. Por ejemplo, son uno de los pilares de la prensa de mayor éxito en España: la prensa rosa. A partir de rumores, llenan sus revistas y charlan en televisión. Los necesitan para poder sobrevivir, eso sí, muy a nuestro pesar.
Dejando a un lado este aspecto negativo, muchas veces los rumores nos invitan a demostrar su veracidad. Eran numerosos los que corrían sobre el despotismo americano del presidente Bush, pero nadie hacía nada, solo eran rumores. Hasta que Julian Assange, guiándose por estas noticias vagas, por este murmullo continuo, demostró la veracidad de tales rumores. Injusticias, asesinatos, casos de corrupción…, muchas veces se han resuelto partiendo, simplemente, de un burdo rumor.
Por tanto, a partir de rumores, se pueden llegar a grandes verdades y en esto reside parte la belleza de esta palabra. Pero nunca debemos cometer el error, bastante común, de quedarnos en el simple rumor, hay que demostrar su verdad. Muchas veces no se hace, y afirmamos sin saber la verdad, causando verdaderos problemas a las víctimas de estos correveidiles. Hay que verlo como un camino hacia la verdad, no como si lo fuera. Solo así pueden llegar a ser útiles e, incluso, llegar a gustar los rumores.