
Iba ayer en el bus perdido en la música que salía de mi ipod, cuando en un momento de silencio, escuché la conversación que mantenían dos personas a mi lado. Eran dos amigos que hacía tiempo que no se veían y que coincidieron, casualmente, en dirección a Avilés. Después de tanto tiempo sin verse se pusieron al día: trabajo, familia, grupo de amigos, novedades… Entre estas últimas le dijo uno al otro:
- ¿Te acuerdas de Jesús, el señor que tenía el bar del barrio? Murió.
A partir de ésto, empezó a contarle como había cambiado la vida de Jesús hasta ese fatal desenlace.
Jesús era el dueño de un bar que frecuentaban a menudo estos dos amigos. Felizmente casado y muy amable con sus clientes, llevaba una vida aparentemente tranquila. Toda esta pacífica vida se acabaría truncando por su único vicio: el juego. Tras continuas escapadas al casino, su cuenta económica empezó a decrecer, al contrario que sus deudas, que empezaron a aumentar.
En su correo se acumulaban cartas de avisos que le advertían que, de no obtener el dinero que les debía, el banco embargaría todas sus posesiones. Así perdió el coche, el bar y su casa. A estas pérdidas materiales, se sumo otra: el abandono de su mujer. En cuanto se enteró de la situación en la que se encontraban, su amada que tantos años le había ayudado a llevar el bar, le acabó abandonando. Sin mujer, sin casa, sin empleo, Jesús acabó viviendo en la calle.
Además, la mayoría de las personas que antes le daban una propina gracias al buen servicio que realizaba, ahora cruzaban de acera cuando lo veían venir de frente con sus ropas harapientas. Sin embargo, había otros que si le ofrecían su ayuda pues, en su bar, muchos vivieron momentos inolvidables.
Muchas veces, en las noches frías de la ciudad y entre cartones, Jesús meditaba sobre su situación actual. Se arrepentía de muchas cosas de las que había hecho. Por culpa de sus malas elecciones había acabado así, completamente solo. Se pasaba horas y horas en aquel banco del parque, absorto perdido en sus lamentos.
Esta situación duró un par de años hasta que, un infarto acabó con su sufrimiento. Aunque para mucha gente ya había muerto mucho antes. Es más, solo un par de personas fueron a su funeral que se enteraron de casualidad. Ni siquiera su exmujer se enteró de la muerte de Jesús hasta 3 semanas después de haberse enterrado. Fue entonces cuando ella le lloró mientras se lamentaba de haberle abandonado. Pero, por desgracia, ya era demasiado tarde.
Después de contarle la historia y de comparecerse de Jesús unos minutos, los dos amigos siguieron hablando de sus vidas y lo que habían cambiado después de todo este tiempo, hasta que, finalmente, llegaron a su destino. Al bajar, se despidieron y cada uno siguió su camino.
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