
Alrededor del año 1000 a. C., numerosos papas quisieron, en un afán expansionista, recuperar la tierra santa, Jerusalén. Esta tierra se encontraba bajo el mando de los musulmanes, los cuales no querían abandonar las tierras donde vivían. Así comenzaron las Cruzadas o la llamada guerra santa, que duró unos 200 años.
Últimamente, parece que está guerra sigue presente en la sociedad que nos rodea. Pero se ha modernizado. En vez de tener armas o flechas como espadas, ambos bandos tiene armas muy diferentes. Por un lado, el sacro imperio europeo empuña las leyes, mientras que los árabes luchan con sus hiyab, niquabs y burkas a la cabeza.
Éstas indumentarias son la forma en que las mujeres muestran su respeto a Dios. Ellas, según trae escrito en el Corán, deben cubrirse la cabeza en señal de respeto a Alá. Por esta razón son “obligadas” a llevarlos.
Pero en numerosos países de Europa, donde el Islam es una religión minoritaria, se está intentando limitar el uso de estos atuendos. Es decir, como si de un homenaje a los papas del siglo XI, estamos en contra de los musulmanes. Pero estas críticas, no nacen del ateísmo más puro sino que tienen sus explicaciones.
La mayoría de países están de acuerdo por ejemplo que, todas aquellas funcionarias que trabajen de cara al público, no pueden llevar ninguno de estos elementos. No es ningún capricho pues casi todas las naciones europeas son laicas y por tanto, ajenas a cualquier tipo de religión. Parecería chocante ver a una ministra de interior, que representa al país germano con un burka puesto. ¿Los talibanes han invadido Alemania?
También coinciden, en que hay que limitar el uso del niquab como del burka en lugares públicos. Ambos, impiden reconocer a una persona si la situación lo requiere: juicios, delitos… No es que existan prejuicios contra los musulmanes por vetarlos de esta manera, sino que más bien es impedir dejar discurrir la inteligencia humana. Siempre hay gente que se aprovecha de atuendos así para salirse con la suya.
Por desgracia, estas restricciones suelen afectar al hermano pequeño del niquab y del burka: el hiyab. Es lo que se observa desde hace unos pocos días. Oímos en numerosos medios de comunicación que una niña es obligada a quitarse el velo para entrar en clase, que ha sido expulsada por llevar velo… Se pasa de una restricción necesaria, a una limitación caprichosa. Como es el caso, el de la joven Najwa.
Esta niña es obligada a quitarse el velo si quiere ir a clase. Esta norma se encuentra en el reglamento interno del instituto Camilo José Cela donde también se encuentra que los niños tienen derecho a que se respete su libertad de conciencia así como sus convicciones religiosas. ¿Qué contrariedad, no?
El instituto debería respetar la libertad religiosa de la niña y, por tanto, permitir que llevase el velo. Sin embargo, no sucede eso. Es más, la asociación de padres, incluso la presidenta de la comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, apoyan la decisión del colegio. ¿Acaso han desparecido por arte de magia los derechos de Nawja? ¿También se ha prohibido la entrada al instituto a todos aquellos niños que lleven una cruz en el cuello, un tatuaje o un piercing?
Esta veto, no solo atenta contra el artículo interno del instituto, sino también contra la Carta de los Derechos Humanos como contra la carta de la UNESCO, donde toda persona tiene derecho a libertad religiosa. ¿O es que acaso en Madrid la gente no tiene derechos? De momento, se rumorea que está en trámite una ley que prohíba el uso del velo en escuelas así como los crucifijos en las paredes de los centros. Unos sectores políticos apoyan unánimemente la prohibición de los velos, pero en cuanto se les pregunta por la de los crucifijos, empiezan a criticar la economía o a Zapatero. Ven necesaria la prohibición de un elemento que somete a la mujer al hombre y que en algunos países de Asia, las mujeres que no llevan velo son víctimas de abusos sexuales.
Pero, al contrario de las críticas que provienen de estos sectores, la mujer lo lleva por respeto a DIOS, a Alá. Aunque es cierto que, seguramente Alá sea un hombre, las mujeres tienen derecho a llevar el hiyab en respeto a la divinidad en que creen. Por tanto, además de atentar contra la libertad, se atentaría contra una religión.
En cambio, la presencia del crucifijo en algunas escuelas, no es tan justificable. En escuelas públicas, donde se da una educación estatal, no se entiende la presencia de crucifijos, pues vivimos en un país laico y que, al contrario que en el pasado, no tenemos ninguna ideología religiosa. Entonces, ¿por qué hay un crucifijo en colegios laicos? Solo estos partidos políticos lo saben.
Pero seguramente el debate continúe durante mucho tiempo. Muchos años duró la guerra santa. A ver si estas nueva guerra duré tanto tiempo…